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"Cualquier cosa que digamos pierde sentido"

Skatepark

Se siente una cierta electricidad en el aire. La obra es reconocida dentro del under mendocino, con figuras que ya conocemos con trayectoria y talento.

Ningún indicio de lo que nos esperaba dentro del recinto teatral, de qué trataba la obra o qué nos iba a suceder con ella. Sólo podemos reconocer el espacio escénico, que consiste en una mesa, tres sillas, un velador y una ventana, introduciéndonos en la cocina de la casa.

La obra comienza con una pareja (Gabriel y Verónica) en una charla saturada de silencios incómodos y situaciones trabadas, con un conflicto que no se dice pero está. Una relación de cuerpos muy bien trabajada actoralmente pero trunca, difícil de explicar con palabras. Charlas sobre el amor mutuo, actividades de cada cual y una rutina que apenas si deja entrar un poco de aire y sonidos externos para modificarla. Nos dejan entrever una cierto fastidio que resulta cotidiano pero que se escapa de lo habitual, aunque sin explicar el por qué. Hasta ese momento la obra presenta más preguntas que respuestas. Todo lo que pasa en el escenario nos pasa por dentro: nos cuestionamos nuestras relaciones, las palabras que decimos o las consecuencias de una convivencia que parece obligada, mediada por resabios del amor y silencios cortantes. La empatía escénica en su faceta más chocante.

Más adelante ingresa el personaje de Clara, la madre de Verónica. Hay un cambio de energía inmediato, una ruptura de la sensación estática que se sentía hasta el momento. Incluso algunos momentos que causaron gracia y le permitieron al público respirar un poco. Pero sólo un poco.

La historia continúa adentrándonos en lo que les sucedió y nos da una explicación de por qué se comportan los personajes de esta manera. Hay incomodidad, dolor, una evitación del conflicto justificada por lo que les sucede en presente y pasado a la vez. Una anacronía en sus vidas que nos sumerge dentro de un mundo que no queremos habitar pero que, gracias a las buenas actuaciones y a la cuidada dirección, nos adentran.

La obra nos deja con una sensación de vacío, de que algo nos falta, aunque no lo hayamos vivido en carne propia. Como las miradas inconexas de las personas que están pero no están. Como el silencio de lo que no se puede explicar. Por eso se entiende que nadie en la sala se animó a aplaudir cuando terminó, porque quedamos en un estado de shock como si hubiéramos vivido lo que le pasó a los personajes. Así nos deja la obra, desnudándonos nuestros propios temores.

La obra volverá a presentarse en el Teatro Las Sillas los viernes 20 y 27 de Octubre.

Actúan:

-CLAUDIA RACCONTO
-DIEGO QUIROGA
-PINTY SABA

Ficha técnica:

MARÍA ELEONORA SÁNCHEZ ( Escenografía).

PALOMA BARRERA (Iluminación).

ÁLVARO ALANIZ (Sonido).

PAO ALONSO (Imagen y Diseño Gráfico).

LICIA KÜHNE / MELISA LARA (Vestuario).

SOL RAMOS (Redes Sociales).

PENÉLOPE MORO / MORO PRENSA (Prensa y comunicación).

GABRIELA CÉSPEDES (Asistencia de Dirección). 

LAURA BENINGAZZA / ÓSJAR NAVARRO CORREA (Producción).

ÓSJAR NAVARRO CORREA (Dramaturgia y Dirección).

Escrito por Abel Lisman

Actor, Profesor Nacional de Teatro (COSATYC Andamio '90), asistente de escena del teatro de Andamio entre los años 2010 y 2012; colaborador en diversas obras teatrales de Buenos Aires y Mendoza; escritor de un libro sobre pedagogía ("Pedagogía Incendaria. La escuela tiene los días contados"). Crítico teatral de la revista "Palabras Macabras" (2018) y del Diario El Sol (2023).

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