Empecemos con algo de historia. Mary (Wollstonecraft Godwin) Shelley, autora de Frankenstein fue una mujer fascinante. Su madre fue Mary Wollstonecraft, una de las pioneras del feminismo en Inglaterra en el siglo XVIII, quien murió por complicaciones en su parto, y su padre fue William Goldwin, reconocido escritor anarquista de la época. Ya de joven se mostró muy interesada en la escritura y las historias lúgubres. A sus 16 años conoce a Percy Shelley, un poeta provocador, con quien se fugó por Europa y se distanció de su padre. Tuvieron varixs hijxs, muchxs de lxs cuales murieron en la infancia, lo cual también cimentó su personalidad y forma de escritura. En el año 1816 ella, a sus 20 años, vivió el “año sin verano”, dado que todo el planeta estaba gris y frío debido a la erupción del Monte Tambora en Indonesia. Es ahí cuando junto a su esposo y otros intelectuales se le ocurre la idea para “Frankenstein o el moderno Prometeo”, la historia en la cual se basa “El monstruo está en nosotros”, la obra que analizaré a continuación.
Ahora nos encontramos en la Sala Tito Francia, del Espacio Cultural Le Parc, una fría noche de Junio del 2025 en Mendoza. En el escenario está Nicolás Perrone planteando la mismísima historia de Mary Shelley pero contada desde un unipersonal del género tragedia.
Entre los personajes que nos presenta hay uno que se define como “algo no-humano” intentando explicar su ser y el deseo se ese no-humano. Un planteo existencialista que nos muestra un ser más sartreano y menos Boris Karloff. ¿Qué nos hace humanos? ¿Cómo podría sentirse un ser que nace de la muerte y de su materia orgánica pero que no es orgánico en sí mismo?
Se describe a su vez al personaje de Robert Walton, quien relata la historia por medio de las cartas a su hermana. Sus propias inquietudes y la relación personal que empieza a tener con el científico Viktor Frankenstein, a quien admira por su trabajo.
Por otro lado se encuentra este último, el padre de la criatura, quien se muestra compungido pero a la vez fascinado y temeroso de su creación, sabiendo que se le salió de control.
En esta obra convergen melancólicas reflexiones a cerca del comportamiento de las personas y de cómo la conducta de un sujeto puede verse modificada por el entorno y lo que piensen de él. Dicho por el propio engendro: “el desprecio y la ira me mostraron que yo era diferente; yo sólo buscaba amar.”
Es en este planteo romanticista en que la obra se centra para plantear la empatía en el público y mostrarnos que la rabia, la venganza, el odio y la discriminación pueden volvernos monstruos para la sociedad.
Desde la puesta puede decirse que Daniel Fermani, dramaturgo y director de la obra, enfatiza en el destacable talento vocal, físico y actoral de Nicolás Perrone para plantear desde los personajes un mensaje que nos aborda y nos obliga a reflexionar. Le hace justicia a la historia original y la emparenta con sus antecesoras: el mito del Golem y Prometeo Encadenado de Esquilo, cerca de planteos filosóficos como el del animé Full Metal Alchemist.
Está puesta nos conmueve por medio de un unipersonal comprometido con el teatro y su público, en el que se ve a un actor dar todo en escena, personajes con conflictos muy marcados y un mensaje que nos llevamos para terminar la obra debatiendo con nosotrxs mismxs: “por querer ser humano me convertí en monstruo”.
Ficha técnica:
Compañía experimental “Los Toritos”
Texto y Dirección: Daniel Fermani
Interpretación: Nicolás Perrone
Vestuario: Victoria Fornoni
Utilería: Viviana Ordóñez
Iluminación: Carlos Croci
Fotografía: María José Navarro Sardá
Diseño gráfico: Federico Valdivia
Prensa:Eugenia Cano
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