¿Cuál es el límite para empezar a ser viejo?

Negociemos

Son pocas las obras en las que se puede ver una cercanía tan grande entre el público, lxs intérpretes y el guion. Ya el hecho de que esté la sala del Quintanilla llena de personas conocedoras del teatro a mí particularmente me emociona y me da una luz de esperanza entre tanto malestar cotidiano.

Y sobre todo porque la gente algo sabía de lo que venía a ver, a pesar de ser la segunda función. O conocían a lxs intérpretes, al director o les había llegado la noticia de qué trataba la obra.

Sobre el escenario se podía ver solamente un banco de plaza, al mejor estilo de “Esperando a Godot”, pero con una construcción del espacio de un realismo minimalista más que de los albores del teatro del absurdo. Junto a ese banco aparecen lxs protagonistas: una mujer (Graciela Lopresti) que va a distenderse y leer a la plaza y un hombre (Daniel Encinas) que va a pasear al perro. Esta situación que de forma inmediata genera empatía nos aproxima a las emociones de dos personajes que tienen experiencia de vida, que ya pasaron los momentos de mayores responsabilidades de su existencia y que ahora pueden volver a verse a sí mismxs después de muchos años. Esta premisa que parece tan sencilla esconde en realidad una visión más profunda sobre la edad de júbilo de la sociedad occidental: ¿qué le pasa a las personas mayores en sus vidas? ¿Qué pensamientos se les atraviesan? ¿Cómo viven la tercera edad?

Redirigiéndonos nuevamente a lo teatral, existe una relación dicotómica entre los personajes quienes, en clave de comedia, nos van mostrando cómo dos personalidades que a lo lejos pueden parecer tan opuestas pueden ponerse de acuerdo para verse a los ojos mutuamente. Sin adelantarme demasiado a lo que sucede en el desarrollo de la historia, podría decir que es un cruce entre una personalidad más terrenal, cientificista y pesimista con otra más mitomágica, “natural” y reflexiva. ¿Cuántas personas de una u otra cosmovisión conocemos cotidianamente?

Las actuaciones merecen un párrafo aparte. El público lo sabía cuando venía a ver la obra. Estamos hablando de dos de los representantes más importantes del teatro mendocino tanto por su trayectoria como por su talento. Daniel Encinas parece nacido para la comedia, con su carisma y facilidad para hacernos entrar en su juego escénico, en su mundo de entretenimiento y reflexión. Y Graciela Lopresti nos demuestra su experiencia por medio de un personaje que nos mantiene todo el tiempo entre la paz interior y las ganas de mandar al diablo a todo aquel que nos cae mal, generándonos empatía, risas y una invitación a vernos a nosotrxs mismxs. “Cuando uno ama de verdad arremete con toda” diría uno de los personajes, y eso se ve tanto en lxs intérpretes como en la pasión de Guillermo Troncoso en la dirección para que la obra sea dinámica y amena con la cuota justa de ternura.

De esta manera se pueden ver situaciones de incomodidad, de inoportuno, de discordancia pero también de acompañamiento, de escucha y de alejarse de esa palabra prohibida que ronda como un fantasma la vejez que es la soledad.

Dentro de nuestra sociedad acostumbramos mucho (demasiado, diría yo) a vanagloriar a la juventud como un momento de lucidez y de felicidad y no se busca representar una vejez positiva. No vemos que en realidad esto depende de cada unx y de cómo elija vivir su vida, sin importar la edad que tenga. Cada etapa tiene sus responsabilidades, sus características intrínsecas y sus desafíos; estar bien depende de unx. O al menos eso me quedó como mensaje después de disfrutar de esta obra.

Es una comedia con todo lo que una comedia tiene que tener. Y no necesitan que les diga yo si la tienen que ir a ver o no: tenerlo al Flaco Suarez aplaudiendo de pie al finalizar la función creo que lo dice todo.

Dramaturgia: Alicia Muñoz

Dirección: Guillermo Troncoso

Asistencia de Dirección: Daniela Otaegui

Actúan: Graciela Lopresti y Daniel Encinas

Prensa: Eugenia Cano

Producción General: Lic. Paula Ledaca

Escrito por Abel Lisman

Actor, Profesor Nacional de Teatro (COSATYC Andamio '90), asistente de escena del teatro de Andamio entre los años 2010 y 2012; colaborador en diversas obras teatrales de Buenos Aires y Mendoza; escritor de un libro sobre pedagogía ("Pedagogía Incendaria. La escuela tiene los días contados"). Crítico teatral de la revista "Palabras Macabras" (2018) y del Diario El Sol (2023).

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